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31/3/10

En Tierra Hostil (***)


Atención: Este comentario/análisis contiene spoilers de escenas clave de la película.

La inmensa mayoría de películas de acción hollywoodienses siguen unos determinados temas y recursos comunes. Nos presentan a personajes fáciles de digerir e inocuos, protagonistas con los que nos gustaría identificarnos, o cuando menos, que tengan un carácter interesante que le caiga bien a la audiencia.

En Tierra Hostil (título original The Hurt Locker) intenta una maniobra contraria. Nos presenta a un protagonista que no nos cae bien. El Sargento William James es un artificiero del ejército americano. A pesar de ser un ex-ranger —una de las más severas unidades de élite de las que disponen los Estados Unidos— pronto descubrimos que es impulsivo, temerario y poco profesional. Lanzándose despreocupadamente a la desactivación de bombas, y poniéndo a él y a su equipo innecesariamente en peligro.

James entra en escena como sustituto del Sargento Matt Thompson tras su muerte. Matt era el anterior jefe del equipo de artificieros de la compañía Bravo destinada en Irak y constituida por el Sargento JT Sanborn y el Especialista Owen Eldridge. Con su actitud temeraria y amor por el riesgo gratuito, James pronto se gana el descontento de sus compañeros de equipo. Sanborn, una vez superada la inmediata admiración que provoca el arrojo de James, no puede evitar preocuparse ante el poco valor que éste pone a sus vidas. El problema llega a hacerse tan serio que en una escena posterior, Sanborn se plantea matar a James "accidentalmente" durante una misión, para evitar alguna futura catástrofe.

Se dice que hay pocos vínculos personales tan fuertes como los que se establecen con alguien de quien dependes para tu supervivencia, algo relativamente común en oficios en los que se arriesga la vida como el de soldado, pero entre la compañía Bravo nunca llega a haber camaradería, sino una feroz tensión, especialmente entre James y Sanborn. Tal vez porque Sanborn percibe, no sin razón, que la supervivencia no es una de las preocupaciones de James.

Esta dinámica tan tensa entre los personajes se mantiene durante todo el filme. Kathrin Bigelow, a través del prisma del guión de Mark Boal nos muestra una visión cercana y aislada de estos personajes. El filme se centra exclusivamente en este grupo de artificieros, creando una atmósfera tan cercana que resulta opresiva.

Funcionalmente, los personajes viven en una burbuja, experimentando una serie de secuencias de acción y suspense sobre el trasfondo de la guerra de Irak. El resto del ejército bien podría no existir, ya que nunca se tratan los conflictos de los personajes tal como se haría en el entorno militar. Todo se mantiene en el plano personal. El mismo marco de Irak es poco más que papel pintado. La película no cambiaría sustancialmente si tratase de un astronauta del futuro desarmando bombas en una estación espacial.

Evidentemente no tiene cabida criticar la película por lo que podría ser y no es. Por no hacer comentario sobre la guerra de Irak o por no ser lo suficientemente realista, pero a veces esta falta de realismo afecta al filme hasta el hueso. La escena que me dejó más perplejo es aquella en la que el humvee de los artificieros recorre el desierto (curiosamente en solitario) y en medio de la nada se encuentran con un grupo de mercenarios, presumiblemente ingleses que los soldados confunden con enemigos iraquíes. Estos mercenarios indican que han capturado a dos miembros importantes del régimen de Saddam. Al poco rato, unos francotiradores atacan al grupo desde una posición desconocida, hiriendo de muerte a uno de los mercenarios, sus compañeros se lían a tiros con el aire antes de salir corriendo a parapetarse tras unas dunas junto con los artificieros.



Ya a cubierto, el líder del equipo mercenario, interpretado por Ralph Fiennes, pide que armen un Barret .50 cal, que utiliza para intentar librarse de los misteriosos atacantes, pero es abatido enseguida. Sanborn se pone tras el arma en el comienzo de lo que pretende ser una escena tensa. Sin embargo, no puedo evitar pensar que fracasa miserablemente. Me cuesta creer que a un rifle de grado militar que vale más de 6.500 euros se le atasquen las balas con un poco de sangre seca. Me cuesta creer que soldados entrenados que fueron capaces de capturar a dos valiosos prisioneros no puedan defenderse de un ataque así. Una vez descubierto el parapeto de los francotiradores, un rifle diseñado para reventar camiones podría haber dado cuenta de ellos sin tanta parafernalia como nos presentan en el filme.

Esta y otras escenas de la película crean situaciones de falso suspense, que a poco que te pares a analizar lo que de verdad está ocurriendo impiden la inmersión en la película, por no decir que dejan al personaje protagonista (y único suplente de la audiencia) como un completo paranoico adicto a la adrenalina. Por ejemplo, la escena en la que sale de la base como un machote buscando a los (imaginados) asesinos de un niño o cuando, abusando de su autoridad, pone en peligro a su equipo, desoyendo los argumentos realistas y razonables de Sanborn ("Tienes tres pelotones de infantería cuya misión es ir a la la caza de insurgentes, no es nuestro puto trabajo") y provocando que uno de sus hombres salga herido.

Es una extraña mezcla en la que seguimos el punto de vista de "los buenos", pero el protagonista queda retratado como más destructivo (y auto-destructivo) que los propios responsables de poner las bombas que tiene que desactivar. Como la película no se pronuncia en cuanto al tema real de Irak, este recurso narrativo resulta incómodo, insulso e incluso desagradable.



En Tierra Hostil no es una película, es una colección de escenas, construidas para crear tensión barata. Manufacturadas con pericia técnica pero con poca atención al detalle, y no me refiero solamente a la escena del Barret, sino a detalles como la mención de YouTube o una escena en la que vemos a Eldridge jugar con una Xbox 360. Gordos anacronismos cuando la película indica claramente que se desarrolla en el año 2004 y esas tecnologías no estaban disponibles. Esto me hace pensar que la investigación del trasfondo no fue una gran prioridad del guionista.

Epílogo Post-Oscars

Ya que publico esta entrada tras la entrega de premios de la Academia, a pesar de haber empezado a escribirla antes, seguro que a nadie le extraña que comente lo perplejo que me dejó el éxito que esta película ha tenido en la gala, especialmente a la vista de la competición que tenía (Malditos Bastardos, Precious, Avatar…).

A estas alturas, cualquiera que haya visto cómo Bill Murray se quedaba sin su Oscar por Lost in Translation ya se habrá dado cuenta de que la Academia no siempre es coherente a la hora de entregar premios. Son ya conocidas las manías de los académicos, explicando la falta de estatuillas de Malditos Bastardos (demasiado transgresora) y Avatar (película de ciencia-ficción) pero aún así, el guión de Mark Boal no merecía el Oscar por delante de sus competidores. Resulta extraño que una película que pasó por las salas sin pena ni gloria allá por 2008 se haya convertido de repente en "favorita" de la crítica. Seguro que no tiene nada que ver con episodios como el acontecido unos días antes de la entrega, cuando pillaron a uno de los productores de la cinta haciendo campaña entre los jueces para que votaran por The Hurt Locker. ¿Su reprimenda? Prohibirle la entrada a la gala.

En cualquier caso, insto a los lectores a que pasen por alto el número de premios (al fin y al cabo es la nominación lo que cuenta) y que echen un vistazo a las otras películas nominadas. Personalmente, mi descubrimiento inesperado del año, una obra maestra para la posteridad, es la británica An Education. Cuatro estrellas sobre cuatro. Encarecidamente recomendada.

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